Tras erratas en documentación, convocatoria para identificación de firma ante notario, demora en la cancelación de hipoteca de una de las motos, retraso en notificaciones y habiendo completado algunas necesidades de mejora de las motos, todos los trámites parecen concluídos.
¡Al fin en ruta! Eso sí, saliendo a las tantas, por lo que dividimos la etapa a Manizales en dos sin saber exactamente dónde. Ahora sí lo sabemos: fue en Jericó, pero no por sus calles y plaza de estilo colonial ni por su santa local, sino porque la carretera que nos subía nos asaltaba con nocturnidad con baches sorpresa, y es que nuestras luces apenas servían para arrojarnos sombra el uno al otro. Allí los paisanos del lugar andan liados con la minería del oro de otros que contamina el agua de todos. Parada, fonda y madrugar la siguiente etapa hasta Manizales a la luz del sol, para en esta ciudad solucionar lo de las luces. Pero ni con esas: la ruta elegida discurre por una carretera destapada (sin asfaltar, en español de Colombia. Pronúnciese siseando la ese, con acento paisa arrastradito). Decía que este camino, a partir de Támesis, resulta más bien una senda para mulas transitada por motos, coches, bicicletas, peatones, camiones, autobuses y hasta chivas; todo eso con una pendiente pluscuamconsiderable. Divertido, eso sí, aunque el ingeniero que diseñó nuestras motos pensara más bien en su uso urbano. Igual fue por eso por lo que, en una de aquellas, sentí flanear la dirección de la moto y con más fortuna que control conseguí detenerla con la rueda delantera absolutamente vacía. Ya casi de noche y sin ningún sitio donde poder arreglarla, DR se adelantó a Supía, diez kilómetros más adelante -y medio más abajo-, para intentar conseguir espuma antipinchazos. Yo, mientras, fui bajando como pude con el baile de San Vito y alumbrado por nuestras dos linternas frontales hasta que me crucé con él, que venía de subida con los bolsillos vacíos. Fueron un par de horas lidiando el toro flácido de mi neumático para después rebuscar un taller donde repararlo. Después un hotel con ducha, cena, borrón, y cuenta nueva.
Al día siguiente llegamos a Manizales, donde compramos algunas cosillas para logística, visitamos la catedral, el monumento al Bolivar Condor, e intentamos solucionar un viejo problemilla con el teléfono móvil, y es que las exhaustivas medidas de seguridad que lo abarcan todo también incluyen el control de los dispositivos móviles, que deben registrarse o se bloquearán al mes de su uso en territorio colombiano. Tan eficiente la seguridad que para demostrar la legítima posesión hace falta presentar factura. ¡Caray, mira que llevamos cosas, pero facturas de compra...! Ahora tratamos de averiguar si con una copia en formato digital sería suficiente. Esperamos respuesta, como nos dijeron. Si algún lector supiera cómo, con mucho gusto se agradecería colaboración.
Por cierto, Piamonte coffee express: el café más rico de los que hemos probado en Colombia. Para recomendar. Mucho.
Uhmmm buscaré el café!!
ResponderEliminarSiento llegar tarde a la factura. Pero para otra banca online y pantallazo de la compra ( claro que esto solo es útil a los que pagamos exclusivamente toooodo con tarjeta 😂) .
Tomo nota.
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