lunes, 5 de febrero de 2018

Timbales, chalupas y centellas.

La Brisa Loca araña su espalda contra los tejados de Santa Marta, y aspira en frenéticos tirabuzones las bolsas de plástico y los papeles abandonados hasta un cielo tan próximo, y agita las palmeras y despeina sus penachos. Un día también se llevó consigo las manchas de tres girafas negras que ahora se gozan a la ventolera de percusiones caribeñas. MF, JX y MM renegaron de su soledad incompleta y tomando sus crías de caimán en la boca se hicieron dueñas orgullosas de sus aciertos y de sus errores.

Al otro lado de la ciénaga está Barranquilla; ambas atravesadas con la misma celeridad sin casi detenernos. Quizá, sólo quizá, volvamos por su celebrado Carnaval. Entonces, si es, será otra historia.
Lo que sí que ya es historia fue Cartagena de Indias: sobria y colorida, solemne y desenfadada, tórrida y fresca, peligrosa y amable. Si la bruma ensordeció su atardecer desde los bastiones de su histórica muralla, los muros acristalados de los rascacielos resonaron anaranjadamente insolentes retrasando lo inevitable. A esas horas, y por primera vez, los visitantes caminaron en la misma dirección. Al ponerse el Divo por el horizonte, y por última vez, los visitantes caminaron en otra misma dirección.

A la mañana siguiente, con su entrópico orden recuperado, Cartagena de Indias nos sopló, viento en popa, a Isla Grande, en el PNN Islas Corales del Rosario y San Bernardo. Sólo playas de fina y blanca arena coralina, aguas azul turquesa, vegetación de manglar y cocoteros. La Isla Grande es lo uno y no lo otro: isla, es; pero grande no. Un par de kilómetros de largo por medio de ancho, metros más, metros menos. De hecho, alquilamos un kayak de dos plazas y le dimos la vuelta en unas tres horas de navegación, cervezas aparte. Las cervezas con más atractivo narrativo para el escritor fueron las que nos sirvieron desde un yate. La vaina -como dicen aquí-, es que buscábamos el avión de Pablo Escobar hundido en la costa hace años para sevir de atractivo turístico como pecio. Y nos atrajo, pero su ubicación variaba con el interlocutor, así que cuando el mandamás de una lancha con turistas haciendo buceo con gafas y aletas a la que nos acercamos a preguntar nos dijo que "allá mismo, entre esas dos balizas en el fondo del mar", pues allá que pusimos rumbo. El punto en cuestión ya salía de la bahía natural en que estabamos, y se veía cierta animación en las olas que superaban la línea de arrecifes coralinos que proteje la costa; aunque se veían más que controlables. El pero fue otro: una vez allí, con las olas superando la cubierta de nuestra modesta embarcación, empezamos a perder flotabilidad. O en román paladino, nos estábamos hundiendo. Abrí la escotilla de la especie de bodega que es la que echa cuentas con Arquímedes y comprobé que estaba inundada. La escotilla no sellaba bien y las olas venían para quedarse. Con un peso en movimiento como esos 200 litros de agua balanceándose en la barriga del kayak, el equilibrio se hacía imposible, asi que intentamos acercarnos a la costa. Los de la orquesta del Titanic al menos hicieron algo, porque nosotros... En esas que aparece un yate de unos 6 metros de eslora, viento en popa, con equipo de alta fidelidad a todo trapo y unas parejas de poligoneros venidos a bien bebiendo realmente y bailando artificialmente. Eso sí, nosotros más que agradecidos, aunque se pasaron de no frenada y, sutilmente, consumaron nuestro anunciado vuelco. Ya náufragos, nos echaron un cabo que atamos a la proa sumergida de nuestro artefacto y nos remolcaron hacia la cercana costa, con DR cogido como buenamente podia al inexistente asidero de popa y yo como mascarón de proa enroscado al cabo,  también como buenamente podía y a ratos debajo del agua, a ratos fuera. En algún instante saqué la cabeza más de lo normal y vi que desde la jolgórica cubierta me ofrecían una lata de cerveza. Naturalmente asentí, la dejaron caer al agua, la atrapé de milagro, pensé que sería poco probable lograr reunirme con DR, la abrí, bebí mi mitad y, con la mano libre, pretendí deslizarme hasta popa y compartír el botin. Pretendí. Pero, eso sí, el testigo llegó a DR. Y yo pasé de largo, obligando a nuestros generosos salvadores a retornar, y ahí ya nos ofrecieron abordar y beber. Y ya de paso, bailamos. Nos dejaron en una playita, achicamos el agua y bla, bla, bla... ¡Ahhhhhh, nooooo, esperad!, que resulta que el hioeputa -como dicen aquí- que nos envió a las balizas a ver el avión sumergido, estaba comandando una excursión para visitarlo. ¿Adivináis dónde? Pues sí, en el mismo lugar en que le preguntamos. Palabríta del niño jesús, que luego de achicar nos indicaron en un hotel próximo que era alli y allí fuimos y allí lo vimos sumergido. ¡¡Hioeputa!!

En la misma isla, la Laguna Encantada no es lo uno y sí lo otro: está comunicada con el mar y su agua es, obviamente, salada, y hay en ella un plancton luminiscente que se activa con su moviento como si fuese una creación del mismo Disney. Ya atardecido, el cielo caliente se reflejaba en su espejo y desde el pantalán de madera se veía de fondo la islilla que casi la confina. Enmarcando la estampa, la vegetación de manglar entrelazada levantaba una bóveda viva y parecía flotar en el aire de puntillas sobre una maraña de raices aereas, un cementerio de esqueletos de torax de mamut hincados en el lecho mullido. Esperamos, y ya entrada la noche aún ausente de luna me interné en la laguna escoltado por todas las chiribitas marinas del mundo, que se agitaban en mis brazos como diminutas luciérnagas incandescentes, saltaban sobre mí con el agua que despedían mis mágicas brazadas y nacían en líquidas nebulosas a cada patada de mis pies. Nadé así un centenar de metros hasta el centro de la laguna y me detuve entre las oscuridades del cielo y del agua. Por estar allí, una esfera tililante de astros y plancton me rodeaba.

9 comentarios:

  1. Aaay, leches, qué emocionante!!!

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    1. Ya te lo digo yo. Chin lú, chin agua, chin güiphy y chin ná. Ya ves que me ha dado para dos posts.

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  4. ¡Tremendo hioeputa está hecho "El Hioputa"!
    Qué interesante lo que nos has contado, TT, pero recuerda que os queremos sanos y salvos por aquí.
    Besos ya casi primaverales desde esta parte del mundo.

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  5. Descuida. Y nosotros también os queremos, seáis quienes seáis. Y pensamos volver. De hecho, llevamos ya dos meses volviendo.
    Besos intercontinentales. Creo.

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    1. TT, ¿pues quiénes vamos a ser? En este caso tu sister y todos aquellos que os deseamos cosicas buenas.

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  6. Jolgorico! Anda anda !
    Verte ir a pique jejejeje no hubiera tenido precio , me cachisssss!
    La cerveza con los poligoneros venidos a masss que tal Jajajaja
    Letrinnn Jajajaja 😉

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